Opinión: Entre bombos y platillos
- Daniela Cevallos
- 11 dic 2017
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 8 nov 2019
Para quienes disfrutan de las fiestas de Quito, bailar al ritmo de las bandas de pueblo es algo que no puede faltar.

Al ritmo del bombo ¡booooom! y la trompeta ¡turututú!, inicia la fiesta y también este texto. El sonido de los platillos no se queda atrás. Todos en conjunto buscan celebrar a la capital y al son de una de las tradicionales bandas de pueblo se refleja nuestra identidad.
Un grupo alegre y con gran talento me permite participar. Mientras los platillos intento tocar ¡chiss!, me doy cuenta de que una serie de aparatos inteligentes nos empiezan a observar. A los músicos de la banda eso no les parece importar porque al ritmo del pasacalle, su alegría intentan contagiar. Por esta razón, pensar en esta triste realidad no me quita la experiencia enriquecedora que pude palpar. Sin embargo, me hubiera gustado que los espectadores empiecen a zapatear. ¡pam¡ ¡pam¡ ¡pam¡
Sin duda, la diferencia es abismal. Desde mi experiencia, me atrevo a decir que la forma de festejar a la ciudad empieza a cambiar. En el norte, la mayoría se empieza a asombrar y sus teléfonos inteligentes comienzan a grabar. La música típica de la temporada, en algo folclórico se quiere tornar. En el sur, otra realidad se logra apreciar. La gente, en la calle, empieza a bailar, pero esta es solo una idea que en mi cabeza empieza a brotar. Las excepciones a esta regla, también se pueden considerar.
Cuando la fiesta acaba, todos a nuestras casas queremos retornar. Al final, es cuestión de cada uno el saber disfrutar. Bastante lejos queda la idea de ese espíritu festivo de antaño que vale la pena recordar.
“Sin banda, no hay fiesta”
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